Mario Cayota
"El peor crimen historiográfico no es la calumnia, sino el olvido"
El historiador uruguayo ayudó a reivindicar la figura de José Gervasio de Artigas en su país, y vinculó su pensamiento al ideario de los monjes franciscanos, a través de Monterroso. la conexión con Santa Fe y su paso como embajador en el Vaticano.
Emerio Agretti - politica@ellitoral.com
El historiador Mario Cayota es conocido en el medio por “Artigas y su derrota: ¿frustración o desafío?”, una profunda investigación con la que no sólo buscó contribuir a la reivindicación del largamente soslayado prócer uruguayo, sino también abordar una faceta novedosa y hasta polémica: los valores cristianos que alentaban su pensamiento, profundamente influido por la visión de los franciscanos. Por la misma senda, “José Benito Monterroso, el inicuo destierro de un ilustre ciudadano”, aborda el rol central que este fraile -también olvidado- asumió en el período más rico de la trayectoria de Artigas, y en qué medida un sector de la Iglesia estuvo comprometido en el desarrollo de su ideario revolucionario y democrático.
Cayota disertó en Santa Fe, en el marco de un ciclo organizado por el Instituto Artiguista de Santa Fe y, acompañado por Julio Rondina, dialogó con El Litoral.
—Hablar de Monterroso es hablar de Artigas, y del Artigas más maduro, el que fue el resultado de un proceso en el que fue asumiendo la problemática de la región y dando respuesta a todo eso. Ese proceso requiere tiempo y diálogo, sobre todo al ser un hombre de gran inteligencia natural -como reconocen incluso sus enemigos-, pero no un intelectual. Y ahí una figura clave es la de Monterroso, que fue su secretario y consejero durante sus mejores años: lo que nosotros llamamos del “gobierno de Purificación”. Fue cuando la capital de lo que después se llamó la Liga Federal -que incluía a Santa Fe- no estaba en Montevideo, ni por supuesto en Buenos Aires, sino en un punto intermedio entre lo que hoy son Argentina y Uruguay, cerca de Paysandú.
Y hay 43 testimonios, muchos de ellos enemigos de Artigas -Mitre, Sarmiento, Vicente López-, que reconocen la influencia que tuvo Monterroso, en el caso de ellos indicando que para mal.
—Pero esa influencia ¿era ejercida a nivel personal o involucraba a la Iglesia?
Algunos ven a Monterroso como una especie de oveja negra. Pero le doy dos datos. Uno, después de la famosa batalla de Las Piedras, que fue una derrota muy grande para el imperio español, a los tres días el edecán del virrey va al convento de los franciscanos a expulsarlos. Mostrándoles los fogones artiguistas en la noche, les dice: váyanse con sus amigos, los gauchos. Y también, en Córdoba había un famoso catedrático franciscano que estuvo en el cabildo abierto que apoyaba a Artigas y lo declaró protector de los Pueblos Libres.
Y no es casual tampoco el apoyo de Santa Fe, que en aquellos años tenía una presencia franciscana muy importante. ¡Hasta don Francisco Antonio Candioti la tenía en el nombre! Un hombre que no tuvo miedo de apoyar a Artigas, y la idea de “que los más pobres sean los más privilegiados”. Candioti fue un hombre muy importante, además por su respetabilidad, su honradez. Ustedes tienen ahí un prócer ignorado.
—¿a qué atribuye usted estas ignorancias, o relegamientos, que incluyen al propio Artigas?
-Yo creo que tanto en Argentina como en Uruguay -donde la reivindicación de Artigas es bastante reciente- se viven las leyendas negras de la historiografía liberal, a la que no le cuadran estas figuras. Pero -como se ha dicho- el peor crimen historiográfico no es la calumnia, sino el olvido, porque no deja huellas. Y bueno, a Monterroso se lo calumnió, pero después se cayó en la cuenta de que era mejor olvidarlo. En Montevideo, tiene solamente un callejón de una cuadra, en un barrio perdido. Y en cambio -y dicho con todo respeto-, Sarmiento es una de las avenidas más hermosas de la ciudad.
—Aquí en Santa Fe se da la curiosidad de que hay un monumento a Artigas, en la rotonda de la Costanera
—¡Y es más lindo que el nuestro! En Montevideo, lo pusieron después que el de acá. En la Plaza Independencia estaba otro prócer, Suárez, del Partido Colorado. Que era un hombre honesto, pero nada más. Después pusieron el de Artigas, que parece un condottieri italiano. Pero volviendo a lo del relegamiento, hay que tomar en cuenta que Artigas nunca imaginó ni luchó por un Uruguay independiente. Tampoco que perteneciéramos a lo que hoy es Argentina, sino a las Provincias Unidas del Río de la Plata, con una autonomía muy fuerte, como sostenían los hombres de la época, aquí en Santa Fe y en Córdoba; quizás por eso no se lo recuerde tanto. El centralismo fue un fenómeno que también se vivió en Uruguay, con nuestra medida de país de bolsillo. Allá, se dice: “Dios está en todas partes, pero atiende en Montevideo”. Porque en el Uruguay ganaron los unitarios. Y como consecuencia, los uruguayos hemos jibarizado a Artigas.
El historiador Mario Cayota es conocido en el medio por “Artigas y su derrota: ¿frustración o desafío?”, una profunda investigación con la que no sólo buscó contribuir a la reivindicación del largamente soslayado prócer uruguayo, sino también abordar una faceta novedosa y hasta polémica: los valores cristianos que alentaban su pensamiento, profundamente influido por la visión de los franciscanos. Por la misma senda, “José Benito Monterroso, el inicuo destierro de un ilustre ciudadano”, aborda el rol central que este fraile -también olvidado- asumió en el período más rico de la trayectoria de Artigas, y en qué medida un sector de la Iglesia estuvo comprometido en el desarrollo de su ideario revolucionario y democrático.
Cayota disertó en Santa Fe, en el marco de un ciclo organizado por el Instituto Artiguista de Santa Fe y, acompañado por Julio Rondina, dialogó con El Litoral.
—Hablar de Monterroso es hablar de Artigas, y del Artigas más maduro, el que fue el resultado de un proceso en el que fue asumiendo la problemática de la región y dando respuesta a todo eso. Ese proceso requiere tiempo y diálogo, sobre todo al ser un hombre de gran inteligencia natural -como reconocen incluso sus enemigos-, pero no un intelectual. Y ahí una figura clave es la de Monterroso, que fue su secretario y consejero durante sus mejores años: lo que nosotros llamamos del “gobierno de Purificación”. Fue cuando la capital de lo que después se llamó la Liga Federal -que incluía a Santa Fe- no estaba en Montevideo, ni por supuesto en Buenos Aires, sino en un punto intermedio entre lo que hoy son Argentina y Uruguay, cerca de Paysandú.
Y hay 43 testimonios, muchos de ellos enemigos de Artigas -Mitre, Sarmiento, Vicente López-, que reconocen la influencia que tuvo Monterroso, en el caso de ellos indicando que para mal.
—Pero esa influencia ¿era ejercida a nivel personal o involucraba a la Iglesia?
Algunos ven a Monterroso como una especie de oveja negra. Pero le doy dos datos. Uno, después de la famosa batalla de Las Piedras, que fue una derrota muy grande para el imperio español, a los tres días el edecán del virrey va al convento de los franciscanos a expulsarlos. Mostrándoles los fogones artiguistas en la noche, les dice: váyanse con sus amigos, los gauchos. Y también, en Córdoba había un famoso catedrático franciscano que estuvo en el cabildo abierto que apoyaba a Artigas y lo declaró protector de los Pueblos Libres.
Y no es casual tampoco el apoyo de Santa Fe, que en aquellos años tenía una presencia franciscana muy importante. ¡Hasta don Francisco Antonio Candioti la tenía en el nombre! Un hombre que no tuvo miedo de apoyar a Artigas, y la idea de “que los más pobres sean los más privilegiados”. Candioti fue un hombre muy importante, además por su respetabilidad, su honradez. Ustedes tienen ahí un prócer ignorado.
—¿a qué atribuye usted estas ignorancias, o relegamientos, que incluyen al propio Artigas?
-Yo creo que tanto en Argentina como en Uruguay -donde la reivindicación de Artigas es bastante reciente- se viven las leyendas negras de la historiografía liberal, a la que no le cuadran estas figuras. Pero -como se ha dicho- el peor crimen historiográfico no es la calumnia, sino el olvido, porque no deja huellas. Y bueno, a Monterroso se lo calumnió, pero después se cayó en la cuenta de que era mejor olvidarlo. En Montevideo, tiene solamente un callejón de una cuadra, en un barrio perdido. Y en cambio -y dicho con todo respeto-, Sarmiento es una de las avenidas más hermosas de la ciudad.
—Aquí en Santa Fe se da la curiosidad de que hay un monumento a Artigas, en la rotonda de la Costanera
—¡Y es más lindo que el nuestro! En Montevideo, lo pusieron después que el de acá. En la Plaza Independencia estaba otro prócer, Suárez, del Partido Colorado. Que era un hombre honesto, pero nada más. Después pusieron el de Artigas, que parece un condottieri italiano. Pero volviendo a lo del relegamiento, hay que tomar en cuenta que Artigas nunca imaginó ni luchó por un Uruguay independiente. Tampoco que perteneciéramos a lo que hoy es Argentina, sino a las Provincias Unidas del Río de la Plata, con una autonomía muy fuerte, como sostenían los hombres de la época, aquí en Santa Fe y en Córdoba; quizás por eso no se lo recuerde tanto. El centralismo fue un fenómeno que también se vivió en Uruguay, con nuestra medida de país de bolsillo. Allá, se dice: “Dios está en todas partes, pero atiende en Montevideo”. Porque en el Uruguay ganaron los unitarios. Y como consecuencia, los uruguayos hemos jibarizado a Artigas.
el profesor cayota es un manista y revolucionario y nos presenta a artigas como un ser humano con todos sus ejemlos lo veo diferente y mejor cada vez que cayota habla o escribe me anima a seguir sabiendo mas maria julia
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